martes, 22 de febrero de 2011

Todas somos Sandra


El 22 de febrero de 2007 apareció el cuerpo de una mujer que había sido violada y asesinada en una dependencia del estado provincial.
Mujer pobre, mujer inmigrante, mujer desocupada, mujer que se había desarraigado –como tantas latinoamericanas con el auge neoliberal de los ´90- para poder estudiar y trabajar. Escapar del destino que nos impone la desigualdad social por un lado. Sexual por otro.
Pensaba volverse al ver que la tierra prometida no existe, pero en una pensión siniestra en esas en que se lucra con la necesidad del otro le desaparecieron los documentos.
La misma dueña, o madama de la pensión le consiguió una entrevista de trabajo de la que no volvió.
Un grupo de varones la violaron y asesinaron. Sólo uno está preso y esperando juicio oral.
Las organizaciones feministas, las de mujeres, y las de género marchamos siempre los días 22 de cada mes pidiendo justicia. Y mostrándole a la sociedad que a plena luz del día y en una repartición pública las mujeres estamos expuestas al horror. Igual que en nuestros hogares.
Espacio público o privado, oscuro o inundado de luz, no constituyen impedimento para que el patriarcado intente disciplinarnos.
El caso de Sandra es emblemático. Sus detalles nos gritan en la cara lo poco que se hace cuando las víctimas son mujeres. Y también, por esas volteretas discursivas, nos pone a todas las mujeres en situación de víctimas que sólo deben reclamar justicia y sentarse quietecitas a esperar que el patriarcado resuelva. Aunque resuelva mal, o de manera insatisfactoria.
Si alguien extranjero está leyendo esto, por ejemplo, al ver cómo se desarrollaron los hechos supondrá que se investigó exhaustivamente a quienes tenían acceso a esa repartición pública. También el funcionamiento de esa pensión donde los documentos desaparecen. También a la dueña que conseguía “entrevistas de trabajo”. Supondrá que se buscaron incesantemente nexos posibles entre esa señora y dichos funcionarios públicos. Interpretará que lo sucedido muestra un parecido escalofriante con los procedimientos utilizados por las redes de trata para esclavitud sexual, sin ir más lejos.
Supondrá mal.
Acá se está tratando de llevar a juicio oral a un violador cuyo ADN coincide con uno de los cinco restos encontrados durante la autopsia. Es decir, faltaría encontrar a cuatro varones a los que el paso del tiempo les juega a favor. Y a los que necesitan protegerlos también.
Tendrán que ir tomando nota de que nuestro reclamo de justicia no cesará aunque ese violador asesino sea encontrado culpable.
Lo que estamos reclamando es que se trabaje seriamente en las cuestiones estructurales que terminan en el horror.
Sin clientes no hay prostitución.
Sin prostitución no hay locales en que se ejerza.
Sin locales no hay estado que los habilite, haga la vista gorda, o comparta ganancias.
Sin clientes ni locales, no hay necesidad de secuestrar mujeres para satisfacer “demandas”.
Hasta que no percibamos que la situación se encara bajo estos criterios, lejos, muy lejos vamos a estar de considerar satisfecho nuestro reclamo de justicia.