jueves, 27 de agosto de 2009

El higienismo como máscara, la explotación sexual como problema.


Cuando el patrón para medir cualquier acto es el patrón masculino, la prostitución es entendida como un problema de higienismo. Es decir de salud pública. Pero no de salud de las mujeres expuestas a la prostitución, sino la del “cliente”!

La Sala I de la Cámara Federal declaró la inconstitucionalidad de la norma que castiga penalmente a quienes tengan, regenteen o administren un prostíbulo. Este artículo declarado inconstitucional es el 17 de la ley 12.331 (profilaxis de las enfermedades venéreas) y se había basado en una concepción higienista y no en una concepción de derechos humanos de las mujeres.
Ahora estos jueces que cuestionan la ley, se basan también en argumentos de la concepción higienista. Al respecto dicen que esa actividad (la prostitución), por sí misma, no lesiona la salud de las trabajadoras sexuales ni de sus clientes y que incluso se entromete en el ámbito de las “acciones privadas” que protege la Constitución. El criterio para medir la prostitución sigue siendo la salud “pública” que como ya sabemos, es la salud de los varones.

Considerar que la prostitución no lesiona la salud de las mujeres prostituidas es entender los cuerpos de las mujeres como un objeto.
Pensar que una mujer no sufre lesiones después de pasar una noche entera teniendo que someterse a la violencia sexual de muchos hombres es seguir considerando el cuerpo de las mujeres como un objeto de uso y desecho. Yo le preguntaría a esos jueces si no piensan que acostarse con veinte hombres en una noche y que hagan lo que quieren con tu cuerpo no les haría daño a su salud. Y eso una noche tras otra, sin respiro.

Pensemos en la salud. ¿La salud se reduce a las enfermedades de transmisión sexual?
Cuando se prioriza la salud de los clientes o mejor dicho, prostituyentes, el paradigma del higenismo obliga a las mujeres a hacerse análisis ginecológicos localizados, es decir, una inspección policíaca de la zona de la vaginal, sin importar la salud en un sentido integral. Ni hablar de la salud psíquica y los daños irreparables que puede causar el ejercicio de la prostitución en las mujeres, sean víctimas de trata o no, porque la esclavitud que genera la prostitución es esclavitud, tanto en las mujeres forzadas a prostituirse como en las que lo hacen de forma “voluntaria” entre comillas. La esclavitud que genera la prostitución es la misma aunque en distintos niveles. La violencia es la misma.
Además, la cuestión del consentimiento es relativa cuando las mujeres son empujadas a la prostitución por el hambre y la falta de trabajo.

Lo que debe castigarse de manera independiente, dice el fallo, es la explotación sexual. ¿Y quiénes son los que explotan si no son los que regentean los prostíbulos, o sea, los proxenetas?

¿Cómo se puede separar la explotación sexual de terceros del regenteo de un prostíbulo?, si los proxenetas son los dueños de los prostíbulos.

La conducta identificada en el artículo 17 –dicen- no se presenta por sí misma como lesiva de la salud de los individuos. Al no afectar ningún derecho de terceros, se erige como una de aquellas acciones que se desarrollan dentro de la esfera privada.

¿No afectar ningún derecho? ¿Y los derechos de las mujeres prostituidas?, ¿los derechos de las mujeres encerradas obligadas a prostituirse por el hambre o por la fuerza?

Por ultimo, pensar que la prostitución es del ámbito privado es seguir haciendo una separación (entre lo privado y lo público) que reproduce la subordinación de las mujeres, que legitima y encubre las prácticas de violencia contra nosotras. Porque un golpe a una mujer dentro de una casa entra dentro del ámbito privado donde la justicia no debe entrometerse, quedando las mujeres totalmente desprotegidas.
Una violación en un prostíbulo también entraría dentro del ámbito privado aunque sean lugares de acceso público y pueda ir cualquier hombre que lo desee.

Las feministas decimos: lo personal es político. Lo privado es público.
La prostitución es un problema del Estado y de la sociedad, no es del ámbito privado, y en ese caso tampoco se justificaría la ausencia del Estado cuando se trata de violencia contra las mujeres. La explotación sexual de las mujeres, su comercialización y tráfico no puede seguir ocultándose y justificándose con esa excusa.

Allegados a la Cámara, para traducir su decisión, trazan un paralelo entre la actividad de los prostíbulos y el consumo de droga. “Uno no se puede meter con la libertad, en este caso sexual, de las personas”, argumentan.

Cualquier mujer que ejerce la prostitución, víctima o no de trata de mujeres, es explotada por un proxeneta quien le quita el dinero que el cliente le paga. No hay nada que se parezca menos a la libertad sexual para las mujeres que la prostitución, que es la explotación sexual de su persona, donde lo ultimo que se juega es su placer. Su cuerpo es un medio para que otro se enriquezca. Su cuerpo queda preso de un arreglo que es entre hombres: el proxeneta, el cliente-prostituyente y los encubridores del Estado (policías, jueces, etc).

Sin prostitución no hay trata de mujeres. Sin clientes no hay prostitución.

Magali Batiz

De la naturaleza a su mesa.

Saberes populares contradictorios.


La naturaleza debe ser uno de los clichés con mayor ranking de aparición cuando se trata de explicar lo inexplicable. Todo lo absurdo, injusto, disparatado, se intenta justificar apelando a ella. O todo lo que conviene no pensar. O todo lo que se necesita no poner en tela de juicio.
El “pobres hubo siempre, es natural” viene manteniendo a la inmoralidad de la desigualdad y la injusticia intactas, a prueba de cualquier intento de subversión del orden establecido, sin ir más lejos.
Por ejemplo, se ha naturalizado por estos tiempos que los adolescentes de secundaria se lleven a examen muchas materias. “Ahora es así. A todos les pasa lo mismo” es la frase con que se elude el debate a fondo – con la consiguiente transformación de fondo – que debería tenernos desvelados desde hace rato: para qué educamos, cómo lo haremos. También puede resultar subversivo del orden, mejor acudir nuevamente a “la naturaleza”.
Una noticia de radio anuncia que un Prefecto disparó contra dos mujeres de la villa 31 porque “le dio la sensación de que le querían robar”, es “natural” tener esa sensación si se te acerca un pobre…
Tan “natural” como la indignación que proclama Jorge Rial por la sentencia del caso Cromagnon instando a la ciudadanía a ir a las casas de los empresarios que quieran contratar a Callejeros y hacer justicia por mano propia. “Naturalmente”, no se lo procesa por incitar a la violencia, porque practicar ese tipo de justicia tan particular quedó legitimado por los medios desde que el ingeniero Santos mató a dos hombres por un pasacassette, dos sacrificios “naturales” en honor del Dios propiedad privada.
Todos los dogmas que nos dominan se basan en la idea de un orden natural de las cosas fijo e inamovible, sólo posible de ser morigerado mediante acciones sin mayores consecuencias como la caridad, la atención personalizada, o el golpe de suerte que sirve como “excepción que confirma la regla”.
Cuando de mujeres se trata, la naturaleza se pone bastante áspera e irritante. Toda la desigualdad a que nos vemos expuestas por nuestro sexo, toda la opresión, toda la subordinación se acallan recurriendo al argumento de que lo que nos pasa “es natural porque somos mujeres”. Una pequeñísima diferencia anatómica – sí, en este caso natural - ha dado lugar a un andamiaje de connotaciones que ya nada tuvieron que ver con la pobre naturaleza, que no es para nada culpable.
“La prostitución es natural. Es el trabajo más viejo del mundo. Ya desde la Biblia…”; “La violaron, sí, pero ¿Qué hacía de noche, en la calle y en minifalda?”; “Si, bueno, dejó su profesión, pero porque tuvo hijos…”; “Bueno, el marido la mató, pero ella tenía un amante”.
También es “natural” que una mujer grande cuide a sus nietos, aunque no es “natural” que emita opinión acerca de cómo hacerlo.
Tan “natural” como que una hija mujer se haga cargo de los ancianos y enfermos de la familia.
¿No será natural, en los tiempos que corren, que repensemos el significado de las palabras?
Hasta que no lo hagamos, dejemos a la pobre naturaleza en paz.

miércoles, 19 de agosto de 2009

La ilusión de la inclusión.

Percepciones colectivas y mujeres.

Es interesante ver cómo el discurso hegemónico logra que determinados grupos se sientan identificados, incluidos o representados por otros, con los que pocos intereses comunes tienen en realidad.

“El campo” es un ejemplo. A modo de consigna, logró que se encolumnaran detrás de intereses económicos y de poder fuertes, sectores de izquierda y movimientos sociales autoconvocados cuyas necesidades nada tienen en común con las de la mesa de enlace.

“La clase media” es otra ilusión colectiva vigente en Argentina desde hace varias décadas: una enorme cantidad de familias cuyos ingresos objetivamente las hacen de clase baja, se auto-definen como de media, reproduciendo intereses e inquietudes que, nuevamente, poco tienen que ver con sus urgencias. “Pertenecer tiene sus privilegios”, rezaba un slogan de tarjeta de crédito hace un par de años. Creer que uno pertenece, seguramente tranquiliza a los poderes aquietando las aguas.

Con el colectivo “mujeres” sucede algo similar. Exceptuando a las que participamos del movimiento, pocas tienen conciencia de su situación de opresión y subordinación en un sistema patriarcal.

Así, la mayoría de estas mujeres, si bien perciben tibiamente algunos de sus problemas concretos, los atribuyen generalmente a cuestiones personales no relacionadas con su condición de mujeres: “no pude ascender en el trabajo porque tengo los chicos muy chicos todavía”, “estoy agotada porque no me organizo bien con la casa y el trabajo”, “a Pedro le va mal en el colegio porque no me puedo ocupar lo suficiente”…

Sin embargo, si se les pregunta cómo estamos hoy las mujeres en el mundo, miran con desconcierto, para luego responder “mucho mejor que antes, nada que ver”. “Trabajamos, estamos en todos los espacios, hay una enorme presencia de mujeres en los medios”, son algunas de la reflexiones que hacen.

Y esto me hace pensar en el tema de la visibilización por la que tanto luchamos, que poco tiene que ver con esta hiper-visibilización que hoy tenemos, esta hiper-representación que poco nos suma. Porque surge de sectores que reproducen estereotipos sin cuestionar el orden establecido. Nada que ver con nuestros reclamos.

En lo único que podemos sentirnos “incluidas” –si fuera la inclusión en este sistema perverso nuestro objetivo- es en el rol de consumidoras. Abundan las representaciones de mujeres a cargo de la decisión de consumir tales o cuales productos no sólo para uso personal, sino también para el de la familia.

Nos presentan a las mujeres angustiadas por que los pisos brillan poco, porque los cabellos no son todo lo lacios que debieran, o tal vez la raíz de alguna arruga.

O preocupadas por el crecimiento de los hijos, la comida del gato, o la tos del suegro.

O aliviadas porque pueden dejar que los hijos se ensucien porque ya hay algo mejor para lavar la ropa.

Hasta que no se nos muestre preocupadas por todo lo que realmente nos afecta, seguiremos sosteniendo que nos sentimos excluidas, aunque seamos la mitad de la humanidad y se nos vea mucho, demasiado para mi gusto.

jueves, 13 de agosto de 2009

Si Dios quiere…

Agüer y "Su" Educación sexual.
Si Dios es amor y todos somos sus hijos y como tales nos ama, dudo Monseñor que quiera vernos morir contagiados de pestes.Si Dios creó a la naturaleza y nos dotó de infinitos dones Monseñor, de esa creación nació el instinto de amarnos y gozar de nuestra sexualidad. Y de esos dones maravillosos de que gozamos los humanos –capacidad de creación, invención, inteligencia- seguramente surgió la idea de producir métodos para controlar una reproducción que no es único motor de la sexualidad humana, justamente a raíz de los dones que le menciono, Monseñor. Y para controlar la propagación de enfermedades, Monseñor. ¿O esta usted en desacuerdo con las campañas de vacunación contra enfermedades aunque no se trate de las de transmisión sexual?.Comprendo que considere que la vida y la muerte están en manos de Dios, pero sucede que yo comprendo que también podría entrar en su análisis la posibilidad, por ejemplo, de que Dios haya dotado a alguien para que invente el preservativo, y a otros alguienes para que difundan su uso por el mundo a fin de salvar a sus hijos. En tren de divagar…Tengo entendido, por lo que leo en los medios, Monseñor, que son muchos los miembros de su iglesia que incitan a los niños a mantener relaciones sexuales, pero no entre pares. Lo hacen aprovechándose del poder que les confiere su investidura.Me llama la atención, Monseñor, que esa clase de “educación sexual práctica” no merezca de su parte reflexiones de ningún tipo, menos aún las grandilocuentes de esta semana que pasó.También usted menciona, Monseñor, que la ley que usted objeta no contempla al AMOR como parte del asunto. ¿Su iglesia “ama” a los niños víctimas de pedofilia? ¿Ama a los enfermos, cuando mientras están sanos les prohíbe prevenirse? ¿Ama a las familias que tienen más hijos de los que puede mantener porque Su Dios “se los manda”? ¿Aman ustedes a los niñas que prostituye la televisión capitalista que sí los incita a una sexualidad no sólo prematura sino también degradante? Porque nunca lo escuché hablar de eso, Monseñor. Al menos públicamente, que es a lo que puedo acceder.Sabe que, Monseñor, releyendo sus declaraciones veo que usa usted una terminología que tiene más que ver con operación política que con defensa de la niñez. Resucita usted, Monseñor, el miedo al cuco del Marxismo, tildando al material formativo que usted analiza de neomarxista. Igual, en este contexto mundial, Monseñor, no creo que alguien pueda entender miedo a qué nos quiere hacer tener.De todos modos, Monseñor, lo que sí queda claro es que usted repite la expresión “imposición totalitaria” que está tan de moda en la oposición al gobierno que votamos los argentinos. Algunos aluden a ella con relación al campo, otros con relación al funcionamiento del poder judicial, otros lo hacen con relación al del congreso… Pero todos ustedes coinciden en la extraña idea de que vivimos bajo un régimen totalitario.Extraña, digo, Monseñor, porque nunca pensé que un país gobernado por alguien que obtuvo más del 40% de los votos pueda definirse como víctima de un régimen totalitario.Sí me resulta autoritario, Monseñor, el intento de una de las iglesias que existen en nuestra Patria por imponer y exigir un modelo de educación que nos involucre a todas.Atentamente, Monseñor.

La chiva expiatoria.

María Julia y el sexismo.

Nada más extraño para mí que escribir algo que algún lector desprevenido pueda interpretar como un alegato de defensa.
Pero la ferviente insistencia por parte de los medios en mostrar “la caída” de la Sra. María Julia Alzogaray parece merecer algunas reflexiones ideológicas y de construcción de significados vigentes en nuestro mundo, todavía hoy.
Durante la década del `90 la sociedad argentina toda, o mejor dicho con escasísimas excepciones, vio con beneplácito la instauración del modelo neoliberal globalizado y globalizante. Hay que hacerse cargo.
Su gestor por estas tierras puede haber sido votado la primera vez “desprevenidamente” por peronista. Pero su contundente reelección nos muestra a las claras que había un pueblo que masivamente apoyaba la ideología de la desigualdad neoliberal. Sería ingenuo y peyorativo para con este pueblo al que aludo sostener que sólo se lo votó la segunda vez por “la cuota licuadora”.
Los que hoy lo demonizan ayer lo adulaban. Los medios de comunicación incluidos, haciendo pasar sus barbaridades como “notas de color”. Y como no, si los grandes multimedios terminaron de armarse bajo su mandato…
De repente una sociedad entera se dio cuenta de que “había corrupción”, pero la consideraban acotada a un equipo de gestión del que muchos de sus miembros siguieron en funciones durante el gobierno “puro y moral” que lo sucedió con la Alianza. En ese momento, podríamos haber empezado a sospechar que si todo el que llega al poder se corrompe, tal vez la corrupción venga de lejos… Tal vez sea parte del combo que se necesita comprar para instalar un modelo económico que inexorablemente necesita de la corrupción de los Estados Nacionales para perpetuarse.
Pero el neoliberalismo es un monstruo grande y pisa fuerte. Al pueblo enardecido que caceroleaba “que se vayan todos” había que tirarle solamente una víctima para acallar sus reclamos.
Y, ¡casualidad!, la inminente necesidad que mencioné al principio de construir significado desembocó en una mujer, capaz de condensar en su persona todos los males de la posmodernidad vernácula.
En los tres gobiernos que hubo durante la década, no sé exactamente qué porcentaje de mujeres había en la función pública. Pero dudo que llegaran al 20%. Y en los espacios reales de toma de decisión, tal vez ninguna.
Cuatro recuerdo claramente: Claudia Bello, Matilde Menéndez, Adelina Dalesio y María Julia Alzogaray.
De muchos más hombres me acuerdo, todos ellos libres, algunos exponiendo su genialidad en conferencias que el mundo liberal paga por escuchar. Ninguno expuesto por los mismos medios que tanto reniegan hoy de aquellos años.
Es que me resulta extraño creer que todo el desfalco de la década del `90 se reduzca a la suma de 3.000.000 de pesos que “se robó” María Julia.
Y me pregunto ¿por qué María Julia solamente?
Y me contesto rápidamente: por mujer y por capaz.
Mujer, por el nivel de desproporción de fuerzas en los espacios de poder. Por que resulta más fácil tocarla sin rozar a quienes sería riesgoso para todo el poder –no sólo el político- tocar.
Dentro de las cuatro mujeres mencionadas, tal vez porque su nivel de capacitación para la función pública –subrayo nuevamente que no estoy aprobando su postura ideológica- era superior aún a la de muchos de los hombres del entorno presidencial de aquellos años. Y eso a una mujer no se le perdona.
Cuando un hombre sabe del tema que está tocando, es un “estadista”.
Cuando una mujer lo hace, es soberbia y merece el cadalso.
Me encantaría presenciar junto con su justa condena, la condena que le quepa a todos los integrantes de los gabinetes que hubo por esos tiempos.
Así, lo que hoy es sólo sexismo, será justicia.